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Aunque sea un efecto de entrar, aunque le quisieras dar significados de la ciudad donde vamos, nos dice muy poco. No nos ha enseñado nada de la ciudad. Es un ejercicio de colocación de elementos que tiene mucho de sobrepuesto y poco del mismo lugar.

Ahora los hitos puntuales ya no marcan ningún acceso, porque el territorio no deja de estar ocupado por periferias y entornos cercanos. Aunque te pueden dar una señal que te haga reconocer el lugar donde vas a parar. 
La continuidad de nuestras ciudades nos obliga a considerar las entradas-aproximaciones como un ejercicio continuo de percepción: un paso largo dado sobre el paisaje que define un lugar nuevo. Es imprescindible que este lugar responda a las percepciones que queremos obtener. Intentamos recuperarlas de nuestros recuerdos y adaptarlas a las imágenes que quisiéramos que se tuviera de ella.
Quien nos da la respuesta  es la misma ciudad, que nos deja descubrir por nuestras intervenciones y que nos contesta con sus propias cualidades escondidas debajo de una nueva capa.

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No sabemos donde llegaremos, pero partimos de propuestas que de salida no tienen ubicación y que desarrollan el control de las percepciones a partir de las cualidades recuperadas de la ciudad.