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Arquitectura Viva
FLAMENCO TOWERS
(Spain)
LA SENDA DE LOS GIGANTES: LOS ARQUITECTOS ESPAÑOLES CONQUISTAN EL CIELO
[…] mostrando en tal disparidad de propuestas para resolver tipologías coincidentes el esfuerzo de los estudios más ambiciosos de este momento por dar respuestas formales ‘pregnantes’, que consigan ocupar un lugar en el ávido mercado de imágenes que actualmente dirige la arquitectura, y que ya no se halla en la crítica especializada, sino en los gabinetes de las grandes agencias que manejan la información a escala global. En parecida dirección actúan otros equipos de arquitectos como el barcelonés EQUIP Xavier Claramunt con sus dispares y llamativos diseños para China o Barcelona […]
El fenómeno de los skyscrapers establece en estos albores del siglo XXI una enloquecida carrera de escala universal que muestra en las páginas de prensa e Internet frecuentes tablas de odiosas comparaciones, inevitablemente obscenas, no tanto por su fácil alusión fálica como por la descarada utilización que se hace de la arquitectura para otorgar esplendor de modernidad a países cuya fachada refulgente es el muro con que ocultar graves carencias sociales e ideológicas. En la expansión globalizada hacia Oriente que ha tenido el capitalismo desenfrenado del último decenio, las torres brotan por el planeta como las setas en el bosque, indicando por donde se mueven las filamentosas raíces del sustancioso hongo de la economía real. Por eso no surgen con igual vigor en las clásicas cities americanas o europeas, como en los nuevos emporios del petróleo y la mano de obra barata.
Hace medio siglo hubo en España una primera erupción desarrollista, cuando los modelos de ciudad americana deslumbraron a una Europa devastada, con el brillo de su próspera modernidad. Fueron años de furor constructor en los que primaba la explotación del suelo sobre otros factores de tipo simbólico, y aunque el régimen vigente utilizase en su provecho el levantamiento de estos señuelos de poder y riqueza que son las torres, el principal incentivo para su construcción era el de rentabilizar al máximo solares o terrenos favorecidos por una diosa Fortuna muy bien manejada desde los Olimpos del poder municipal. No obstante, el construir edificios realmente elevados es complejo y caro, y a partir de cierta altura la relación entre beneficio y coste disminuye; a no ser que se trate de operaciones que admitan alto valor añadido, como ocurre con las sedes de grandes empresas u hoteles que basan su oferta en la publicidad inherente a las arquitecturas destacadas. Esta paradójica dificultad —y posmoderna versión inversa del ‘menos es más’— unida a la toma de conciencia de los valores de la ciudad clásica que se produjo a partir de los años setenta hicieron que el fenómeno de las torres aminorase en España durante muchos años, derivando hacia otro tipo de aprovechamientos como el bloque de alturas medias entre diez y veinte plantas, o la recuperación de las manzanas cerradas que se plasma en los innumerables PAU (Planes de Actuación Urbanística). Salvo algunas actuaciones puntuales que se saltaron este estío de verticalidad, como la Torre Picasso —y otras menores de AZCA—, o KIO en Madrid, las de la Villa Olímpica en Barcelona o el Hotel Bali de Benidorm, no es hasta fechas recientes cuando los rascacielos resurgen para satisfacer la necesidad de disponer de iconos muy publicitables. El fenómeno se está produciendo con cierto retraso y en un momento de crisis y replanteamiento profundo del sistema económico que ha alimentado las supertallas arquitectónicas, de modo que está por ver que todos los proyectos actuales lleguen a verse realizados. En Madrid y Barcelona algunos de estos colosos ya son reales, pero los proyectos nuevos para Bilbao, Sevilla, Málaga, Benidorm, Gijón, Valencia y otras ciudades españolas e incluso de distintos países, pueden encallarse por efecto de un temporal financiero cuya duración es todavía impredecible.
Proyectos de altura
Recorriendo el territorio nacional de norte a sur se comprueba que los proyectos de altura se multiplican, y en su génesis intervienen factores tan diversos como los de tipo urbanístico —para puntuar un determinado enclave urbano— o los ecologistas —con la alta densidad edificatoria como solución para no invadir todo el territorio—, pero también los puramente especulativos, tan arbitrarios a veces que pueden modificar toda la silueta y escala de una ciudad mediante cuatro torres surgidas ‘de penalti’. En Gijón, una población que sufrió su sarpullido verticalista hace cuarenta años, aparecen propuestas de torres como un hotel diseñado por FOA (Alejandro Zaera y Farshid Moussavi) en forma de torsa botella de agua clara de veintitrés niveles. Estos mismos arquitectos idearon para el fallido concurso de Puerto Triana en Sevilla una torre papirofléxica y mallada, y para Durango un fortín de plantas ondulantes; mostrando en tal disparidad de propuestas para resolver tipologías coincidentes el esfuerzo de los estudios más ambiciosos de este momento por dar respuestas formales ‘pregnantes’, que consigan ocupar un lugar en el ávido mercado de imágenes que actualmente dirige la arquitectura, y que ya no se halla en la crítica especializada, sino en los gabinetes de las grandes agencias que manejan la información a escala global. En parecida dirección actúan otros equipos de arquitectos como el barcelonés EQUIP Xavier Claramunt con sus dispares y llamativos diseños para China o Barcelona, o el antes coruñés y actualmente multilocalizado grupo A-cero que dirige Joaquín Torres, reciente ganador de dos importantes obras en Dubai: la gigantesca Wave Tovver y el conjunto Nébula de siete rascacielos turísticos de distintos tamaños. Con mayores inquietudes conceptuales, el estudio b720, liderado por Fermín Vázquez, hace obras propias, como una torre de oficinas en Sevilla o los edificios Espais de Barcelona, y también tutela grandes proyectos de otros arquitectos, ya sea colaborando con Jean Nouvel en la Torre Agbar o con Toyo Ito en la llamativa y antagónica pareja de las Torres Fira en L’Hospitalet. Dentro de este tipo de nuevos estudios españoles equiparables a las clásicas grandes firmas americanas, la arquitectura de autor se diluye y el genio cede paso a la conveniencia y a una acreditada profesionalidad. aunque ésta no excluya a la extravagancia porque lo conveniente sea a veces el reclamo visual a cualquier precio. Algo más escorado hacia el rigor tipológico se encuentra otro multiequipo de Barcelona: el de Alonso / Balaguer, denominación que ampara un numeroso grupo de arquitectos que tanto desarrolla provectos ajenos el barcelonés Hotel Hesperia-Tower, de Richard Rogers— como hace provectos propios en el polígono Fadesa de L’Hospitalet, o en los terrenos de Repsol de Málaga, para los que ha ideado una torre prismática de 185 metros y otras cuatro de menor tamaño, todas ellas de expresión sobria y estructural pero con el gesto de los quiebros y voladizos de las plantas altas tan repetido en estos comienzos del siglo XXI.
Se observa en estos estudios internacionalizados una notable diferencia entre los proyectos de torres que destinan a unos u otros países, y no es un problema tanto de entendimiento físico del lugar como de interpretación cultural del mismo, lo que produce llamativas figuraciones cercanas a la ficción gráfica o cinematográfica si el destino se halla en el área oriental, u objetos próximos al refinamiento de la lógica estructural si se van a situar en Europa o América. Entre otros, el Estudio Lamela uno de los más globalizados del panorama español muestra esta discriminación disciplinar si sus propuestas van dirigidas a los Emiratos Árabes o a China, o de otro modo a Manhattan, Turín o Madrid, ciudad para la que han proyectado una estilizada torre de viviendas en el terreno del actual estadio de Val lecas. No obstante esta distinción que se observa por situación geográfica, cuando se habla de arquitectura vacacional y de ocio también pueden surgir en España delirantes propuestas de edificios-reclamo como la de la torre InTempo, obra de Roberto Pérez-Guerras y nuevo hito del emporio turístico de Benidorm, que con su grandilocuente mesa de ofrendas alzada a 200 metros de altura hermanará un poco más a esta inefable ciudad levantina con el Miami posmoderno del nuevo continente.
A caballo entre el gran gabinete profesional anónimo, emulador del americano SOM, y el estudio ‘de autor’, la firma de Rafael de La-Hoz también cuenta entre sus proyectos con un edificio en altura, denominado Torres de Hércules, que muestra una excepcional preocupación por su contexto al revestirse de una celosía gráfica que no es ajena a su situación en la gaditana bahía de Algeciras. Otro estudio de un autor tan singular como Santiago Calatrava mantiene en la capital levantina un proyecto de tres gigantescas torres torsas denominadas Alicante, Castellón, y Valencia, que con una altura máxima de 308 metros marcarían el techo de altura de este país, aunque sólo fuese la mitad de la torre Spire del mismo arquitecto para Chicago. Pero no sólo estas mega-oficinas de arquitectura están en este momento ocupadas en proyectos verticales, sino que otros autores encuadrados en una trayectoria personal y moderada también acarician las grandes alturas con propuestas como las de Francisco Mangado, que además de su reciente proyecto de sesenta y dos plantas para Buenos Aires, está abordando tres torres de menor altura en Oviedo, L’Hospitalet y Santa Coloma de Gramenet, con el mérito añadido de no plegar el volumen desde la mitad de su altura ni retorcer o curvar de forma inverosímil sus superficies. También la pura disciplina arquitectónica —y en este caso una innovadora inteligencia— preside el diseño para la Torre Sacyr-Vallehermoso de Carlos Rubio Carvajal y Enrique Alvarez-Sala, la única del Cuatro Torres Business Área de Madrid diseñada por españoles. En la misma línea racional, el estudio Entresitio, de María y José María Hurtado de Mendoza, y César Jiménez de Tejada, está construyendo una esbelta torre de viviendas en el ensanche de Val lecas con una piel aleatoriamente perforada. Otro arquitecto joven, Antón García-Abril, construye para la SGAE su Torre de la Música en Valencia, más cerca de la configuración del bloque alto a pesar de su denominación. Y en el sur, Antonio González Cordón ha tallado un prisma irregular vertical de moderada altura que compartirá el skyline sevillano no sólo con la Giralda, sino con la torre en la Cartuja del argentino César Pelli, otro gran estudio americano que ahora mismo está acabando en el CTBA de Madrid su facetada Torre de Cristal, y comienza en Bilbao la de Abandoibarra, que cerrará las perspectivas de esta ciudad hacia su ría con un perfil curvo similar al empleado en Sevilla. Además de Pelli, otros arquitectos extranjeros y célebres comparten el panorama nacional español, como la firma Pei Cobb Freed con su madrileña Torre Espacio, contigua a la de Pelli, Norman Foster con la vecina sede para Caja Madrid, de 250 metros de altura, o Dominique Perrault, que ha finalizado en Barcelona un elegante y esbelto paralelepípedo exfoliado de vidrio para la cadena Meliá.
Otros muchos proyectos de torres surgen por todo el país, que aunque no alcancen las vertiginosas cotas de las ya citadas probablemente tengan otras cualidades y no sólo la de la altura: en el proyecto Sociópolis para Valencia habrá un extenso repertorio de arquitectos como Vicente Guallart, Toyo Ito, Josep Lluis Mateo, MVRDV, José María Torres Nadal, Juan Herreros e Iñaki Ábalos, Eduardo Arroyo o Willy Müller, iniciativa a la que sólo se puede oponer la duda acerca del resultado global de un ¿conjunto? que ya se adivina como escaparate de heterogeneidades diversas. Es un caso similar al del proyecto Euskotren para Durango, que compendiará piezas de Dominique Perrault. Roberto Ercilla y Miguel Ángel Campo, Alejandro Zaera, Zaha Hadid y Eduardo Arroyo, aunque en este caso los volúmenes guarden al menos ciertas intenciones de configuración urbana.
El rol de las torres en la ciudad
Las ideas de concentración edificatoria para liberar suelo de uso público, presentes tanto en estos conjuntos de Sociópolis y Euskotren como en el citado CTBA, vienen de bastante atrás, desde antecedentes tan ilustres como las propuestas de Buckminster Fuller, Frank Lloyd Wright o Le Corbusier y que la propia realidad de las corbusierianas unidades de habitación ha cuestionado como fórmula generalizaba tanto para crear ciudad como para salvar el campo. La torre, en cambio, no pretende tanto salvaguardar el medio natural como erigirse en protagonista de la ciudad, luchando por un título que siempre acaba perdiendo ante la presencia de un titán mayor. Su importancia visual es tan fuerte que con frecuencia da prioridad a la imagen sobre cuestiones de orden funcional o estructural, y en ocasiones hasta de rentabilidad. Pero este recurso también se está demostrando inútil, pues los mimetismos del éxito son inevitables y se repiten familias de torres que son un exponente de la pérdida de cualidad arquitectónica, sustituida por la pura condición objetual de unas esculturas hipertrofiadas que pretenden gozar del prestigio de lo artístico, pero se quedan en muchas ocasiones en los márgenes del divertimento de feria: una alegría momentánea de la forma que marea un poco y deriva rápidamente en el hastío. Es cierto que este síndrome del reclamo no afecta sólo a las torres sino a toda la arquitectura, al diseño, al arte y a la moda en general, al sustituirse el conocimiento por la anécdota, el pensamiento por la ocurrencia, y el refinamiento por la espectacularidad. Como siempre, el producto humano en su manifestación física no es más que una radiografía de la sociedad que lo sustenta, y en este momento de liviandad lo que vemos ofrece características al menos inquietantes y dignas de reflexión. Los cambios universales han adquirido una velocidad exponencial y la arquitectura de torres es un síntoma más de un fenómeno que ya es difícil acotar a una geografía concreta como la española. El momento es crucial, y descubrir ahora mismo las claves del futuro es una labor tan improbable como apasionante; entre las dos fantasías de la idílica Arcadia y la agobiante Coruscant de la Guerra de las Galaxias debe quedar un resquicio posible: ¿es la torre que recorta su silueta en el horizonte un indicador de la ruta o un espejismo más?