Claramunt desayuna en Tiffany’s

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”CLARAMUNT DESAYUNA EN TIFFANY’S”
(Spain)

CLARAMUNT DESAYUNA EN TIFFANY’S

Xavier Claramunt (Igualada, 1965) habla siempre en plural -“creo que los problemas empiezan cuando comienzas a hablar en primera persona”-, y lo cierto es que su trabajo como arquitecto, orfebre o interiorista siempre ha estado arropado por las ideas y el hacer de otros. “Hoy día, yo sólo hago preguntas, y luego toco las narices y pongo pegas; pero es un equipo de 15 personas el que desarrolla los proyectos”. Polifacético y desaforadamente inquieto, Claramunt estudió cinco años de ingeniería aeronáutica, para elegir más tarde los altos vuelos de la arquitectura. La suya fue una carrera fulgurante en la que la rapidez con que aprobó los estudios y la precocidad con la que ideó su primer negocio de joyas contrastó con la extraña calma que emanaban algunos de sus primeros diseños. Con la también arquitecta Sé Duch lanzó, a principios de los noventa, una colección tan sutil como inesperada. Un collar con pequeñas pinzas en el que las piedras preciosas se sustituían por pétalos de flores, una gargantilla tejida como encaje de bolillos… En poco más de una década, la firma -que iniciara su andadura con un millón de pesetas- se ha profesionalizado y ha visto multiplicado su capital por 200. “Estamos entrenados. Hemos aprendido a hacer de todo”. Con el aplauso y los premios de la crítica, y el respaldo de una clientela pequeña pero volcada, el sello Duch Claramunt recibe ahora el reconocimiento de los profesionales: la joyería Tiffany’s de Nueva York ha comenzado a vender sus joyas. Que la mítica tienda se interese por su trabajo, lejos de asentar a Claramunt, le ha incitado a correr más riesgos. Así, algunos de sus últimos diseños han recuperado la fuerza del collar de pétalos con que se inició y han trascendido la idea ornamental de la joyería. Un anillo de compromiso esconde los brillantes en su parte interior y habla de un compromiso más secreto desde el roce de las piedras preciosas. También una serie de pulseras y anillos envuelve en tubos de plástico flexible y transparente los brillantes, esmeraldas o gramos de oro molido que compondrían una pieza. Desde sus nuevos diseños, Claramunt busca sorprender y provocar en lugar de simplemente complacer. “Con todo, el abrazo es el objetivo de nuestros diseños”, que, para explotar todos los sentidos, llegan al usuario sensualmente envueltos en seda gris y drásticamente encapsulados en un embalaje de plástico.
“Lo que más me interesa es hacer preguntas, llegar a la gente a través de una idea que en lugar de solucionar cuestiona; aportar algo que proponga, pero que no zanje”. Así, al igual que sus joyas las termina el usuario, que decide cómo lucirlas, sus proyectos arquitectónicos reinventan tipologías. La casa muro o la casa tubo responden a ese mismo cuestionamiento. Como interiorista también siembra inquietud, convirtiendo una cristalería en una sala de espejos o una tienda de baño en un espacio camaleónico que cambia de aspecto, como uno cambia desde que entra hasta que abandona el cuarto de aseo. El ingenio, las ideas y la revisión de los conceptos son la raíz mental de sus trabajos; el entusiasmo y la profesionalidad, la receta de su éxito. Por eso, Claramunt insiste en separarse de la figura del arquitecto artista. Él trata de ser un profesional que después de duros años de entrenamiento empieza a recoger ahora los inesperados frutos de su singular trabajo.