Alísia, el dinero no es un problema

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¡Relájese, por favor! Voy, me relajo. ¡Respire profundamente! Respiro profundamente. Piso con paso firme y ¡zas! Estoy dentro. No hay para tanto. Me siento en un taburete giratorio y espero, entretenido con un poco de publicidad y tipos de interés bajos. Me miro en unas paredes pulidas, vaya que no, relucientes, que me devuelven una imagen que parece medio recrecida. ¡Aquí hay truco! A mi me da que no soy tan grande. Vuelvo a darme una vuelta en el taburete y no puedo evitar articular aquello de ¡Jacinto, tres cañas, una de bravas y 3.500 euros. Marchaaando! Al fondo me parece oír un popular oído cocina. Bueno, bien, la verdad es que mi encargo de tres cifras, después de la caña y las bravas, me obliga a sentarme en un sofá levitador que me sube a una nube que relaja. Relaaaaaja. Una compañera del tal Jacinto me habla de forma seductora y yo no puedo más que asentir y hacerle cuatro preguntas intrascendentes. Bueno, esto es lo que yo creía, pero mira por donde que una de ellas hizo sonreír a l’Ali$ia, que es como a mi me gusta recordar que se llamaba. Entonces me invitó a entrar en un gran butacón, sí, sí, entrar, pues me rodeaba a mí, y a ella, y a alguien más que tomaba notas. Y ahí dentro, bien tranquilos, acabamos de hacer lo tenía que hacerse y todos contentos. Fue entonces que ya me quedo claro que el dinero, aquello que estrictamente llamamos dinero, no es ningún problema.